Todos tenemos la posibilidad de inspirar a otros a ser mejores a través de nuestras acciones y nuestras palabras. Sin embargo, está claro que algunas personas tienen un talento innato para contagiar su entusiasmo a los demás. Poseen una combinación de carisma, generosidad y congruencia que los convierte en auténticos ejemplos a seguir.
Javier Vázquez es una de esas personas. Pero no nos creas sólo a nosotros, sino a los cientos de personas que han asistido a sus clases, tanto presenciales como en línea, o los miles que lo han seguido por televisión. Platicamos con él sobre su historia en el deporte y la importancia de la gratitud.
Amor por el deporte
Como muchos otros niños, particularmente aquellos que tienen el ejemplo de hermanos mayores, Javier creció practicando deporte. Primero fue basquetbol y luego futbol. También probó desde muy joven con el gimnasio. Sin embargo, entrenaba de forma intermitente y como él mismo reconoce “nunca me gustó lo suficiente como para involucrarme, así que nunca me exigí de más”.
Pasaron los años y si bien el entrenamiento físico todavía formaba parte de su vida, aún no encontraba la motivación para meterse de lleno. Esto cambió radicalmente cuando, estando en la universidad, decidió empezar a correr. Lo que inició con algunos recorridos breves cerca de su casa rápidamente se convirtió en algo mucho más ambicioso.
“Empecé a correr cada vez más, incrementando la distancia y probando diferentes rutas. Comencé a recorrer la ciudad: Chapultepec, Reforma, el Ángel, el Monumento a la Revolución… me impresionó poder conocer la ciudad de esa forma. El running es el deporte al que le debo mi amor al ejercicio”.
Después vinieron las carreras como el medio maratón de Querétaro, Sal a Valle, el maratón de la Ciudad de México, El Pescado de Moctezuma… “Me generé una adicción al ejercicio pero en un buen sentido”, cuenta. “Yo creo que no llegará el día en que abandone este deporte. Quizá deje de hacerlo todos los días pero no creo que me pueda dejar ir nunca. Me volví adicto a esta sensación de superación personal, de mejorar lo que podía hacer antes”.
Compartiendo la pasión
Al inicio hablábamos sobre su capacidad de contagiar entusiasmo a los demás y es que mientras su amor por el running crecía y se planteaba metas cada vez más ambiciosas, también comenzó a dar clases de entrenamiento funcional. Se dio cuenta de que podía transmitir esa pasión que había descubierto por el deporte a otras personas. “Me encanta cuando sale la gente de una clase o terminan una rutina y me dicen ‘¡Me mataste!’, les digo ‘¡No, te hiciste más fuerte! Te acabas de hacer mejor física y mentalmente’”.
Solemos enfocarnos únicamente en los beneficios físicos que brinda el entrenamiento, pero como apunta Javier, la parte mental también es clave. Entrenar es una forma sana de lidiar con las emociones y eliminar el estrés: “El ejercicio es una válvula de escape, creo que si no hiciera ejercicio no tendría la mentalidad que tengo hoy en día, no sería quien soy”, explica.
Por supuesto, no es necesario ir de cero a cien en un día, lo importante es arrancar, eso es lo que recomienda Javier: “Pruébenlo: un día pongan el despertador a las 5:00 am y antes de tener que ir a la oficina a lidiar con su jefe, dense una hora para aclarar su mente. No tiene que ser algo muy exigente, sólo tiene que ser un tiempo que dediquen a trabajar en ustedes. Estoy seguro de que ese día su jefe no les va a caer tan mal”.
¿No sabes por dónde empezar? “Hay miles de disciplinas, el chiste es encontrar alguna que en un principio te llame la atención”, afirma. “No tiene que fascinarte, pero quizá si te involucras, te podría encantar. Prueba con esa disciplina pero no te quedes con una clase o una ida al gimnasio. Involúcrate e investiga. Si te gustó bailar, entonces ve qué otras disciplinas pueden ayudarte a bailar mejor, qué más puedes hacer. Si te gustó el CrossFit puedes checar aspectos de movilidad física y eso te hará mejor”.
Enfrentando sus miedos
Cuando la posibilidad de formar parte del reality show Survivor México tocó a su puerta, Javier sabía que se trataba de una buena oportunidad, pero también era consciente de que lo sacaría de su zona de confort. “No sabía qué esperar, tenía miedo a lo desconocido, pero pensé ‘no puedo no hacer algo por miedo, eso sería contradecir mis principios’, así que acepté”.
El primer obstáculo: estar incomunicado. “Desde que salimos de México nos quitaron el celular. Fue incomunicación total por seis semanas. No saber nada de mi novia, amigos hermanos, de nadie”. Otra cosa que le preocupaba era el alimento. “Como mucho y sé que para hacer el ejercicio que hago necesito ciertos alimentos. Aquí no tenía nada pero sí tenía la exigencia física de cada competencia. Algunas quizá no se veían tan difíciles como cargar una bolsa de 5 kilos, pero cuando entiendes que es cargarla durante 15 minutos después de no haber comido, se vuelve mucho más duro”.
Su estrategia para lidiar con las dificultades en Survivor es algo que aplica en cualquier ámbito de la vida y para cualquier persona: “Todos los días me levantaba y meditaba para enfocarme en las cosas buenas. Sabía que si me enfocaba en que tenía hambre, extrañaba a mi novia o en que estaba sufriendo me iba a querer ir. Todo lo contrario, yo tenía que atraer puras cosas buenas todas las mañanas. Pensaba “¡Wow, mira el paraíso en el que estás!”.
Javier cuenta que hacía ejercicio después de meditar, pero llegó un punto en que tuvo que economizar sus energías. “La primera semana aguantaba tres series de 10 lagartijas cada una. Fueron bajando a siete, cinco e incluso tres lagartijas y luego tenía que descansar. Mi ritmo cardiaco subía mucho. Llegó un punto en que pensaba ‘has comido medio mango hoy, ¿para qué te gastas tu energía en hacer lagartijas cuando tienes una competencia al rato?’. A fin de cuentas se cumplieron varias cosas a las que tenía miedo, pero luego me di cuenta de que no hay que tenerle miedo a las cosas, hay que enfrentarlas”.
El fitness es un viaje personal
La mejor forma de sentirte mal contigo mismo es compararte con los demás. Javier lo sabe y advierte sobre los riesgos de dejarse llevar por el ego: “A veces se nos olvida por qué hacemos las cosas, y me incluyo porque he tenido corridas en las que sé que tengo que correr lento pero de repente pienso ‘quiero subir el pantallazo de que estoy corriendo rápido’. Eso yo creo que es el ego. Hay que quitarnos ese ego y darnos cuenta de que no tenemos que rendirle cuentas a nadie”.
“La vida es una carrera contigo mismo”, afirma Javier. “Es tu maratón. No sabes las ventajas, desventajas o experiencias que haya tenido otra persona. Cuando me empiezo a comparar con otras personas pienso ‘te estás desviando. Confía en ti y en lo que has vivido, confía en tu conocimiento y tus ganas’”.
El poder de la gratitud
Le lección más importante es aprender a valorar lo que tenemos. Sin importar cuán difíciles sean los obstáculos que enfrentas, sin duda tienes mucho que agradecer. Esa, de acuerdo con Javier, es una gran fuente de fuerza y motivación para salir adelante.
“Recientemente tuve un día horrible. Tuve que hacer muchos trámites y no me estaban saliendo bien las cosas. De pronto, me di cuenta de lo afortunado que era porque si tenía que hacer esos trámites es porque tengo una camioneta, porque tengo una cuenta de banco. Pensé ‘me estoy quejando y no me estoy dando cuenta de que tengo que agradecer todo esto’”.
¿La recomendación de Javier para seguir adelante cuando las cosas se ponen duras? Sé agradecido por la posibilidad de sufrir en un entrenamiento demandante. “Si estás corriendo y crees que ya no puedes más, piensa en esas personas que no tienen la oportunidad de correr, en quienes no pueden pagar esa carrera o ir a ese viaje y hacer lo que tú estás haciendo. Hay muchas formas de motivarte pero ser agradecido creo que es la más importante”.