Por qué los humanos nacimos para correr

Quizá no lo hagamos tan rápido como otros animales, pero en cuanto a distancia, somos los mejores.
Los humanos nacimos para correr
Fisiológicamente, el ser humano está adaptado a recorrer grandes distancias. Foto: Adobe Stock

Nada en la naturaleza es al azar. Todo tiene una razón de ser. Cada organismo en este planeta cuenta con una serie de características que lo hacen único y apto para desenvolverse en su ambiente específico. Pensemos en los animales: los grandes felinos tienen garras y dientes que les permiten cazar; las aves cuentan con alas que las alejan del peligro; los peces tienen cuerpos hidrodinámicos y la capacidad de respirar bajo el agua; los insectos pueden cargar objetos cientos de veces más pesados que ellos. ¿Y qué ventaja tenemos los seres humanos?

Lo que nos hace especiales

Es cierto, no tenemos garras, alas ni branquias y, a comparación de otras especies, somos lentos, frágiles y débiles, pero hay algo para lo que somos, con diferencia, los mejores del planeta: correr largas distancias. Ni siquiera los caballos pueden correr tanto como nosotros. Esto se debe primordialmente a la capacidad de regular nuestra temperatura al correr.

A diferencia de otros animales, nosotros no estamos cubiertos de pelo, podemos sudar y respiramos primordialmente por la boca al correr. “Podemos correr en condiciones en las que ningún otro animal podría”, de acuerdo con el profesor de antropología de la Universidad de Harvard, Daniel Lieberman.

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Nuestros antepasados aprovechaban esta ventaja por medio de la cacería de resistencia, en la cual se persigue a un animal hasta que éste ya no pueda andar más. No se requiere mucha velocidad, el cazador simplemente debe correr suficicientemente rápido como para que la presa tenga que trotar. Dado que la manera de liberar calor de los animales es el jadeo, y no pueden hacerlo en movimiento, eventualmente tienen que detenerse.

Los humanos nacimos para correr
En todos los terrenos e incluso en las condiciones más duras, los humanos somos extraordinarios corredores de larga distancia. Nacimos para correr.

La mayoría de los animales, según el profesor Lieberman, sufren hipertermia o golpe de calor tras 10 o 15 kilómetros. Los seres humanos podemos correr cientos de kilómetros de forma continua. El récord de la mayor distancia recorrida de forma ininterrumpida está en manos del famoso ultramaratonista Dean Karnazes.

¿La distancia? 563 kilómetros. No, no es un error de dedo, son 350 millas. Karnazes completó este reto en 80 horas y 44 minutos. Evidentemente, este atleta está en el límite absoluto de lo que podemos lograr como especie, pero hay que tomar en cuenta que más de 1.2 millones de personas, de todas edades, orígenes y tipos de cuerpo, terminaron un maratón en el año 2018. Cuando nos proponemos recorrer largas distancias podemos hacerlo sin problemas.

El deseo de llegar más lejos

Esto nos lleva a la otra ventaja que tenemos los humanos en lo que se refiere al running: la mentalidad. Al igual que ocurre con los animales, el cerebro nos impulsa a satisfacer nuestras necesidades primarias. Estas son, de acuerdo con la teoría de la jerarquía de necesidades de Maslow: aire, agua, alimento, refugio, sueño, abrigo y repoducción. Pero una vez que contamos con lo básico, nos enfocamos en otro tipo de necesidades: seguridad, integración, autoestima y, finalmente, realización personal.

Intentar llegar más lejos para conocer nuestros límites al correr es algo que está atado a los niveles más elevados de esta pirámide y es lo que se encuentra detrás de los ultramaratones, triatlones de larga distancia y demás pruebas de resistencia. Los animales no sienten esa motivación; para ellos no existe el concepto de sufrir por placer, algo que los fanáticos del running conocemos muy bien.

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Antes de que nuestras vidas se volvieran tan cómodas y pudiéramos obtener todo lo que necesitamos sin dejar el sillón, correr era nuestro método de desplazamiento preferido. Estamos diseñados para ello y, en palabras de Steve Prefontaine, uno de los corredores más icónicos de la historia, “Dar menos que lo mejor de ti mismo es sacrificar tu don”.

Así que independientemente de si disfrutas correr o no; si sólo le das una vuelta a la manzana o si llevas decenas de maratones en tu haber, tu cuerpo está diseñado para esto, es lo que hacían tus antepasados y lo que harán quienes vengan después. El running va mucho más allá de perder peso o acumular medallas, es una reivindicación de nuestras capacidades como especie. Tú y yo nacimos para correr.

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