El deporte de alto rendimiento es uno de los pocos ámbitos en los que el éxito es un resultado directo del trabajo duro. Para codearse con los dioses del olimpo, los deportistas deben pagar el precio de la sangre, el sudor y las lágrimas. Un hombre que tiene esto bien claro es el clavadista mexicano Diego Balleza, quien ha visto su esfuerzo de años recompensado con el honor de representar a México en los Juegos Olímpicos. Hablamos con él previo a su partida rumbo a Tokio.
Con la mirada puesta en lo más alto
Diego comenzó en los clavados cuando tenía apenas siete años, impulsado por su madre. Si bien en un inicio no lo tomaba demasiado en serio, el atleta regiomontano cuenta que esto cambió rápidamente.
“Como niño te dedicas a jugar y ni te importa tanto. Conforme fueron pasando los años y empecé a competir, me di cuenta de que hay un tope de competencia y son los Juegos Olímpicos. Creo que fue a los 10 u 11 años que dije ‘¡Quiero ir ahí!’. Asistí a mi primer Campeonato Panamericano Junior. Luego, me di cuenta de que sigue primera fuerza, series mundiales, copa del mundo… dije: ‘¿Hasta dónde llega?’ ‘¿Juegos Olímpicos?’ ‘Bueno, ahí quiero llegar’”.
Podríamos simplemente decir “el resto es historia”, pero eso sería dejar de lado el enorme compromiso que mostró Diego con esta disciplina día con día durante años, lo cual incluyó separarse de su familia para poder entrenar y soportar cansancio, dolor, frustración y miedo.
“Es un trabajo de años. Tú como atleta te has preparado, has entrenado, te has echado unas friegas, te has lastimado, te han operado para ese momento. Estar en esa lista (de la delegación mexicana para Tokio) para mí es algo satisfactorio porque todos los años transcurridos hasta ahora son para este momento”.
El impacto de la pandemia
Podríamos dividir a los atletas olímpicos con los que hemos hablado en dos categorías: aquellos para quienes el aplazamiento de los Juegos de Tokio fue una terrible noticia y aquellos que, en lo deportivo, están felices de que haya sido así. Diego está entre estos últimos.
“La verdad es que me cayó muy bien, y creo que a muchos deportistas que tienen muchos años en el alto rendimiento también, porque como estás en constante impacto y golpeteo, el cuerpo lo resiente y aunque estés en terapia, no estás descansando verdaderamente la lesión, entonces esto del covid en lo personal me cayó muy bien ya que tenía ruptura colateral de ligamento en un dedo. Cuando todo se paró, me operé y descansé“.
Algo en lo que todos los atletas coinciden es que este lapso les permitió pasar tiempo con sus familias, algo que, como decíamos arriba, es complicado en un entorno de alta competencia. “Hace muchos años que no estaba con ellos porque me la paso viajando o concentrado en México”, explica Diego. “Estar un buen rato con ellos la verdad es que es un alivio para el alma”.
Otra consecuencia de la pandemia, y una que veremos hasta que arranquen los Juegos, es que no habrá aficionados en las gradas. Estamos acostumbrados a ver estadios cubiertos con los colores de los competidores y un ambiente de júbilo que nos contagia incluso a través de la televisión. Sin embargo, a decir de Diego, esto no tendría por qué impactar lo que hacen los atletas en la alberca. “Yo no me fijo y creo que no tienes por qué fijarte. Tú vas a lo tuyo. Sabes que hay gente que te está apoyando pero eres tú ahí y nadie más”.
En Tokio 2020, Diego competirá en sincronizados en plataforma de 10 metros junto con Kevin Berlín, pero también ha hecho una mancuerna exitosa con María José Sánchez, como puedes ver aquí:
El reto mental
La enorme exigencia física que implican los clavados es evidente al ver a los atletas impulsarse con todas sus fuerzas, girar en el aire, orientar sus cuerpos para hacer un acuatizaje perfecto y deslizarse a través del agua sin apenas salpicar. Pero lo que no es tan evidente es el aspecto mental. Según revela Diego Balleza, esto es lo más importante.
“No es por despreciar a otros deportes, porque cada quien tiene su forma, pero en clavados el 90% es mental”, afirma. “Un clavado son tres segundos. El cerebro tiene que pensar increíblemente rápido y hay que estar muy atento porque un accidente desde los 10 metros no lo cuentas”.
Sólo imagina, estimado lector, la descarga de adrenalina que deben sentir los atletas mientras suben las escaleras rumbo a la plataforma, sabiendo que trabajaron incansablemente durante años para conseguir tres segundos de perfección. En estas circunstancias, un error puede ser la diferencia entre quedar dentro o fuera del podio. ¿Cómo hace Diego para lidiar con esto? “Hago trabajo de respiración”, cuenta. “Necesitas tranquilizarte y pensar lo menos posible. Debes estar en armonía contigo mismo. Un, dos, tres, abres y ya no piensas más…”.
La mayoría de nosotros jamás sentiremos esa clase de adrenalina, pero estaremos bien representados por Diego y sus compañeros, quienes dejarán todo en competencia para luchar por una medalla. Sin importar cuál sea el resultado de esta justa, una cosa está clara: para nosotros ya son auténticos héroes. Les deseamos mucho éxito en Tokio 2020.